Toda persona con proyección por el mismo sexo merece respeto. Ahora bien, eso no significa equiparar la atracción homosexual y la atracción por el sexo opuesto, como si fueran simplemente formas alternativas de desarrollar la sexualidad y la afectividad. La atracción por el sexo opuesto es la manifestación natural de la sexualidad, dirigida a la unión del hombre y la mujer, así como a la procreación de los hijos. En cambio, la proyección por el mismo sexo supone una disociación entre el sexo de la persona, manifestado en su cuerpo, y su manifestación emocional, y no conduce a la fecundidad.
Aunque algunos pretenden suprimir todo diálogo, para que esta realidad evidente no se pueda siquiera afirmar en público, lo cierto es que decir esto no supone ninguna falta de respeto, ni mucho menos una actitud de odio, al contrario. La falta de respeto sería hablar con complacencia para decir solo lo que se quiere oír, lo que es fácil de aceptar, como si las personas con proyección por el mismo sexo no se merecieran nuestra sinceridad, sino solo una compasión paternalista.
Precisamente porque la proyección por el mismo sexo supone una disociación entre la sexualidad de la persona y sus manifestaciones emocionales, es posible y saludable, en numerosas ocasiones, buscar las causas y restaurar esa sintonía natural de la persona. Eso no es ninguna violencia, al contrario, y muchas personas se han sentido agradecidas por haber sido acompañadas en este camino.
Además, otra cuestión importante es conocer las causas y daños que dificultan a los niños y niñas madurar en su masculinidad y feminidad, con el fin de tenerlos en cuenta y evitarlos en su educación.
Escritos como este, hecho con todo respeto y desde el cariño más profundo a las personas con proyección por el mismo sexo, no se toleran. Se usa la excusa de que constituyen delitos de odio, para no respetar un elemental derecho a la libertad de expresión. ¿Por qué?
Comprendo que las personas con proyección por el mismo sexo han sido cruelmente tratadas y discriminadas, y que la lucha por el reconocimiento de su dignidad ha sido un revulsivo contra esta discriminación. Ha puesto de manifiesto un aspecto en el que nuestra sociedad era profundamente injusta, y es comprensible que en esa lucha pueda haber excesos. También reconozco que aún hay mucho por hacer y que, aunque se haya mejorado mucho, estas personas siguen sin ser tratadas con todo el respeto y aprecio que merecen.
Entiendo también que las emociones y sentimientos hacia personas del mismo sexo pueden ser fortísimas, y que la vivencia personal de la proyección por el mismo sexo y la autoidentificación con el sexo opuesto -en el caso de la transexualidad- pueden ser íntimas y constantes, percibiéndose como algo constitutivo de la propia personalidad. Este es realmente el problema y la razón por la que contradecir de alguna forma estos sentimientos y vivencias es percibido como un ataque más, como una negación del derecho de la persona a ser como es, sin ser juzgada.
Sin embargo, ni los sentimientos ni las vivencias subjetivas, por fuertes que sean, son índice infalible de realidad por sí solos, cuando son contrarios a la evidencia objetiva. Lo cierto es que esa disociación entre la sexualidad y su manifestación emocional y afectiva existe, y todos lo podemos ver. La solución no está en deformar nuestro pensamiento acerca de lo que en realidad es la proyección por el mismo sexo. Tampoco es justificable que se pueda reprimir una respetuosa libertad de expresión en relación con este tema, aunque pudiera estar en un error en algunos aspectos.
Mi opinión es que este problema personal y social está siendo utilizado con fines políticos, se ha transformado en ideología, y esto no está ayudando a las personas con proyección por el mismo sexo, al contrario. Estamos ya en una verdadera dictadura de la ideología de género. El hecho de que la proyección por el mismo sexo no es equiparable a la atracción natural por el sexo opuesto es una realidad tan evidente, que la única forma de generalizar una ideología contraria es impedir que la verdad pueda expresarse, utilizando medios coercitivos.
Madurar en la propia masculinidad o feminidad es una tarea complicada para los niños y jóvenes, hoy quizá más que nunca, por eso debemos poner cuidado en ello. La sexualidad es un gran regalo para ser apreciado y vivido en el amor, que nos conecta con Dios, la fuente de la vida. Solo la verdad nos hará libres, y la libertad nos servirá para ser cada vez mejores, más humanos, más acordes al plan de amor que Él tiene con nosotros. El amor de Dios es para ti, seas quien seas, estés como estés.
Aunque algunos pretenden suprimir todo diálogo, para que esta realidad evidente no se pueda siquiera afirmar en público, lo cierto es que decir esto no supone ninguna falta de respeto, ni mucho menos una actitud de odio, al contrario. La falta de respeto sería hablar con complacencia para decir solo lo que se quiere oír, lo que es fácil de aceptar, como si las personas con proyección por el mismo sexo no se merecieran nuestra sinceridad, sino solo una compasión paternalista.
Precisamente porque la proyección por el mismo sexo supone una disociación entre la sexualidad de la persona y sus manifestaciones emocionales, es posible y saludable, en numerosas ocasiones, buscar las causas y restaurar esa sintonía natural de la persona. Eso no es ninguna violencia, al contrario, y muchas personas se han sentido agradecidas por haber sido acompañadas en este camino.
Además, otra cuestión importante es conocer las causas y daños que dificultan a los niños y niñas madurar en su masculinidad y feminidad, con el fin de tenerlos en cuenta y evitarlos en su educación.
Escritos como este, hecho con todo respeto y desde el cariño más profundo a las personas con proyección por el mismo sexo, no se toleran. Se usa la excusa de que constituyen delitos de odio, para no respetar un elemental derecho a la libertad de expresión. ¿Por qué?
Comprendo que las personas con proyección por el mismo sexo han sido cruelmente tratadas y discriminadas, y que la lucha por el reconocimiento de su dignidad ha sido un revulsivo contra esta discriminación. Ha puesto de manifiesto un aspecto en el que nuestra sociedad era profundamente injusta, y es comprensible que en esa lucha pueda haber excesos. También reconozco que aún hay mucho por hacer y que, aunque se haya mejorado mucho, estas personas siguen sin ser tratadas con todo el respeto y aprecio que merecen.
Entiendo también que las emociones y sentimientos hacia personas del mismo sexo pueden ser fortísimas, y que la vivencia personal de la proyección por el mismo sexo y la autoidentificación con el sexo opuesto -en el caso de la transexualidad- pueden ser íntimas y constantes, percibiéndose como algo constitutivo de la propia personalidad. Este es realmente el problema y la razón por la que contradecir de alguna forma estos sentimientos y vivencias es percibido como un ataque más, como una negación del derecho de la persona a ser como es, sin ser juzgada.
Sin embargo, ni los sentimientos ni las vivencias subjetivas, por fuertes que sean, son índice infalible de realidad por sí solos, cuando son contrarios a la evidencia objetiva. Lo cierto es que esa disociación entre la sexualidad y su manifestación emocional y afectiva existe, y todos lo podemos ver. La solución no está en deformar nuestro pensamiento acerca de lo que en realidad es la proyección por el mismo sexo. Tampoco es justificable que se pueda reprimir una respetuosa libertad de expresión en relación con este tema, aunque pudiera estar en un error en algunos aspectos.
Mi opinión es que este problema personal y social está siendo utilizado con fines políticos, se ha transformado en ideología, y esto no está ayudando a las personas con proyección por el mismo sexo, al contrario. Estamos ya en una verdadera dictadura de la ideología de género. El hecho de que la proyección por el mismo sexo no es equiparable a la atracción natural por el sexo opuesto es una realidad tan evidente, que la única forma de generalizar una ideología contraria es impedir que la verdad pueda expresarse, utilizando medios coercitivos.
Madurar en la propia masculinidad o feminidad es una tarea complicada para los niños y jóvenes, hoy quizá más que nunca, por eso debemos poner cuidado en ello. La sexualidad es un gran regalo para ser apreciado y vivido en el amor, que nos conecta con Dios, la fuente de la vida. Solo la verdad nos hará libres, y la libertad nos servirá para ser cada vez mejores, más humanos, más acordes al plan de amor que Él tiene con nosotros. El amor de Dios es para ti, seas quien seas, estés como estés.
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