Al hablar con testigos de Jehová, como pasa con muchos de los que proceden de la deformación -que no "reforma"- protestante, hay que tener en cuenta que muchas cosas que dicen están bien o medio bien, se pueden incluso alabar. La mayoría de las cosas que ellos ven buenas y ciertas, las creemos y pensamos nosotros también, porque las enseña igual la Iglesia Católica. Creo que es importante no criticar nada de lo bueno, incluso reafirmarlo, para que no sigan creyendo que es un descubrimiento de los "Testigos de Jehová". Además, nosotros no somos sectarios, somos "católicos", universales. Sabemos que toda verdad, la diga quien la diga, viene del Espíritu Santo (según Santo Tomás de Aquino).
Luego, tienen un gran error doctrinal y un error "capital". Esto quiere decir que es la causa de los otros errores, que conduce a ellos. Es como los pecados capitales: alguien acaba calumniando a otro por envidia. La calumnia es el pecado mortal, pero la causa, el pecado capital que le ha conducido a la calumnia, ha sido la envidia. Por eso, evitar el pecado mortal sin atajar también el pecado capital, no da mucho fruto. Es como intentar curar solo el síntoma sin ir a la causa que produce la enfermedad.
Pues bien, el gran error doctrinal de los testigos de Jehová es no creer que Cristo es Dios verdadero, de la misma naturaleza del Padre. Ellos creen que es como un "dios" menor. Generalmente no dicen claro eso de que es "un dios menor", seguramente porque se habrán dado cuenta de que no lo entiende nadie, pero es lo que creen: Dios es solamente Dios Padre, y ni el Hijo ni el Espíritu Santo son Dios. Es prácticamente la misma herejía de Arrio, de principios del siglo IV. Para entender eso, interpretan algunas partes de la Escritura y le dan sus vueltas a todo. Por ejemplo, para algo tan evidente como la entrada del Evangelio de Juan ("Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios", Jn 1,1), se buscan que hay una traducción copta de los primeros siglos que dice: "y el Verbo era un dios". En fin, cualquier cosa es susceptible de una interpretación distinta si se rebusca lo suficiente.
¿Quién combatió brillantemente esa doctrina del arrianismo?
Fue San Atanasio, uno de los grandes "padres de la Iglesia" en el siglo IV, cuya fiesta se celebra precisamente cuando escribo este artículo. En sus discursos contra los arrianos refuta ampliamente ese error que niega la plena naturaleza divina de Cristo.
Entrar con los Testigos de Jehová a discutir la Escritura, para mostrarles que Cristo es Dios y hacerlo lo mejor posible, es algo que se debe hacer pero... no lleva a ningún sitio. La razón es que el error capital, el error causal de todo eso, de esas interpretaciones erróneas, es más profundo. Es como la envidia y la calumnia: evitar el pecado de la calumnia sin dejar la envidia es difícil, cuando es la envidia la que está llevándonos a la calumnia. Y ¿cuál ese error capital? Es el mismo de todos los protestantes: rechazar la Iglesia. Eso implica que rechazan la Sagrada Tradición como parte de la verdad revelada junto a las Sagradas Escrituras. Así, rechazan o no les importa lo que creyeron los Padres de la Iglesia, los cristianos de los primeros siglos, rechazan lo que la Iglesia ha creído siempre y ha celebrado en su liturgia. Y rechazan también el Magisterio de la Iglesia como interpretación auténtica, asistida por el Espíritu Santo, de la Revelación (ver para todo esto, Dei Verbum 7-10). Se quedan con la "Sola Scriptura" -solo la Escritura- que enseñó Lutero en el siglo XVI. Este es el error capital, el que está en la raíz de todo.
Entonces, el punto de apoyo del que hay que partir es lo que tienen sano, lo que verdadera y sólidamente tenemos en común, que es esto: creen en Jesucristo, en que ha venido a salvarnos; creen que en Él está nuestra salvación. Se trata por tanto de hacerles recordar que Cristo fundó la Iglesia, y no fue para desviarnos ni para fastidiarnos, sino porque nos vio "como ovejas sin pastor"(cf. Mt 9,36). Quiso, cuando Él subiera al Padre, seguir pastoreándonos por medio de la Iglesia, fundada sobre los Apóstoles. Nos dejó la Iglesia para que siguiera transmitiéndonos lo que Él quería transmitirnos, asistida por el Espíritu Santo que prometió. Si ellos creen en Jesucristo, y Él fundó la Iglesia, ¿por qué rechazar la Iglesia? ¿Por qué creer en otra "iglesia" que fundó un señor diecinueve siglos después? (Concretamente, Chales Taze Russel en Pitsburg, Estados Unidos, en 1872). ¡Como si no hubiera habido cristianos entre el siglo I y el siglo XIX!
Ahí está el error capital, y creo que siempre hay que ir ahí. San Atanasio explica que Cristo es Dios, pero no solo citando la Escritura, sino exponiendo cómo ha sido interpretada por los cristianos y por la Iglesia con anterioridad: les está hablando de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia, eso en lo que ellos no creen y a lo que hay que llevarles, porque ese es su error capital.
Eso es lo que ocurre con los protestantes, y es también lo que ocurre con los "Testigos de Jehová", que son ya una rama muy desgajada de ellos, porque los "testigos" han abandonado incluso la fe en Cristo como Dios. Cuando a los protestantes se les contesta con la Escritura, el problema es que esta puede ser interpretada de formas diferentes. Es verdad que ellos la interpretan mal en las cuestiones divergentes -y bien en muchas otras-, y nosotros tenemos que interpretársela bien, demostrándoles que nuestra fe se alimenta también de la Escritura, pero eso a ellos no les basta, porque ellos carecen de la Iglesia, carecen de la Tradición.
Si no les remitimos a esa cuestión, a que hay que creer en la Iglesia porque Jesucristo la fundó, van a seguir cojeando siempre. Es como el que se arrepintió de la calumnia, pero sigue envidiando: va a encontrar otra ocasión, otro argumento para recaer; así es complicado. Por eso, con los protestantes, incluso con estos que caen en un error tan fundamental y que nos parece tan evidente, citar solo la Escritura para basarnos en lo que compartimos no basta, no es suficiente. La columna y fundamento de la verdad es la Iglesia (cf. 1 Tim 3, 15), no la Escritura sola. Sin la columna de la Iglesia, la Escritura, escrita, compilada y reconocida como Palabra de Dios precisamente por la Iglesia que ellos ignoran y rechazan, carecería de fundamento, de base sólida para ser creída según su verdad como Palabra de Dios que es, y sería fácilmente desviada, malinterpretada, recortada, etc.
"Creo en Jesucristo, Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos.
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero;
engendrado, no creado;
de la misma naturaleza del Padre,
por Quien todo fue hecho [...]
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida,
que procede del Padre y el Hijo,
que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria [...]
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados..."
Credo Niceno-Constantinopolitano
Solo Cristo puede fundar la Iglesia. Aunque repleta de pecadores como nosotros, a nadie le es lícito, 1.500 o 1.900 años después, decir: "está Iglesia que Cristo fundó está fatal, voy a fundar otra". Es absurdo. Además, como decía el P. Loring: "si una mujer viuda queda embarazada un año después de la muerte de su marido... ¿será de su marido?" Pues ninguna de las comunidades eclesiales fudadas más de 1.500 años después de Cristo es de Cristo. Cierto que los protestantes tienen fe aunque sea imperfecta, que siguen enseñanzas auténticas en muchas cosas, que sus comunidades eclesiales siguen imperfectamente unidas a la Iglesia -aunque no quieran saberlo ni reconocerlo- y que Dios actúa también en ellos con su gracia, pero esas nuevas comunidades eclesiales no las ha fundado Cristo, ni Él quiere esas divergencias; Él rogó al Padre que todos fuéramos uno para que el mundo creyese (ver Juan 17, 21-23): unidad que solo puede darse en la verdad y en la caridad. El Espíritu Santo, que es Espíritu de Verdad (ver Juan 16, 13-15), no inspira doctrinas diferentes a miles de personas, para que cada uno funde su comunidad eclesial. En el caso de los "testigos", ni siquiera tienen auténtica fe, proque no creen en Cristo como Dios; lo suyo es ya una mera creencia, un convencimiento religioso, como el que tienen otras religiones.
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